Dado que lo digital y el teletrabajo están arrasando con todo a su paso y ahora es posible trabajar de forma completamente remota, surge la cuestión de la relevancia de los comercios locales (restaurantes, cafés, servicios, etc.) ubicados en antiguos distritos de oficinas.
Una época de trabajo agitado
De hecho, el teletrabajo está obligando a los empleados a trabajar cuatro días a la semana, aunque aún no se haya formalizado legalmente. En la práctica, el número de personas que visitan tiendas locales los viernes se ha reducido en más de 50%. Sin embargo, el viernes debería ser (lógicamente) el día de mayor actividad en el trabajo, y por lo tanto en el restaurante, ya que es el último día de trabajo, la oportunidad de brindar con los compañeros, hacer contactos y salir por la noche.
Sin embargo, los horarios de los habitantes de las ciudades están fragmentados, lo que provoca una redistribución de las visitas a tiendas mediante un fenómeno de expansión urbana. Ir a trabajar ya no es un requisito para los empleos del sector servicios, lo que también supone una verdadera dificultad para quienes trabajan en una profesión que, por su propia naturaleza, no puede ejercerse desde casa. Pero sigamos adelante.
El hecho es que ir a la oficina se hace a discreción del empleado, lo que parecía inimaginable antes de 2020. Un día lluvioso, una bajada de motivación, un pinchazo, un niño que cuidar... tantas excusas legítimas para quedarse en casa... son tantos días desempleados Trabajé desde casa.
Por no hablar del transporte público, a menudo deficiente, la inseguridad insoportable o la estrategia deliberada de "despoblación" de los centros urbanos, llevada a cabo por las autoridades públicas con aparcamientos de pago para motos, zonas restringidas y un acceso cada vez más complicado. Resultado: París —y otras grandes metrópolis occidentales— se están transformando gradualmente en ciudades museo, ancladas en su pasado y casi incapaces de escribir su futuro, abandonadas por la vida cotidiana, como vacías de su esencia.
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En resumen, todo esto en conjunto ha cambiado literalmente la vida de los empleados, y la adopción generalizada del teletrabajo seguramente alterará la planificación urbana al diluir la densidad de viajes y viviendas.
Pero no todo en esta nueva organización del trabajo es malo, ni mucho menos. En el lado positivo, los empleados están menos estresados, más satisfechos y manifiestan estar más comprometidos con su trabajo. Pasan menos tiempo desplazándose y tienen más tiempo para su vida personal y familiar, lo cual es, sin duda, algo muy positivo.
Por otro lado, todo esto tiene algunos inconvenientes importantes, y eso es lo que vamos a ver enseguida...
Teletrabajo: la otra cara de la moneda
Una pérdida de eficiencia
Entre las desventajas que induce el teletrabajo, podríamos mencionar la disminución de la productividad de ciertos empleados, una disminución en la capacidad de respuesta del soporte técnico de las empresas (sufrida por los clientes de estas empresas), una disminución de la comunicación entre empleados y por tanto una disminución de la eficiencia de estas empresas.
Falta de cohesión entre los empleados
Siguiendo en el lado negativo, podríamos mencionar la conexión humana entre empleados que se reduce a casi nada, ya sea para la eficiencia de la empresa o incluso desde un punto de vista puramente personal, para encuentros amistosos o románticos, sin mencionar el aumento del sedentarismo, la soledad así como la reducción de la exposición a la luz, lo que nos lleva al siguiente punto.
Problemas con la soledad y el sedentarismo
La digitalización de todo (películas, trabajo, citas online, etc.) está creando una generación de empleados y seres humanos que muy rara vez se mueven y muy rara vez se conectan en la vida real con otras personas.
El resultado es una especie de habituación a la soledad y una reducción de las emociones interpersonales, con todos los problemas de salud física y mental que esto puede causar en términos de longevidad y felicidad.
Un destino social en peligro
Finalmente, si quisiéramos ser exhaustivos, podríamos incluso mencionar las consecuencias civilizatorias de este letargo organizado: la atomización de los individuos y el aislamiento de los sentimientos nunca han permitido que ninguna comunidad surja, florezca ni prospere en un mundo, y esto es aún más cierto en un mundo donde la competencia es cada vez más feroz. Enclaustrar a los individuos, dislocar los intercambios e impedir el encuentro de las mentes también significa desactivar cualquier conciencia colectiva y, por lo tanto, cualquier proyecto social.
Desde una perspectiva filosófica, en un mundo sujeto a las imposiciones tecnológicas y a la guerra de la inteligencia artificial, sería interesante formular una contrapropuesta civilizatoria. Una propuesta que vuelva a situar la conexión, el lugar y la humanidad en el centro del proyecto colectivo.
El comercio local, alma de la sociedad, está en peligro
Para volver a nuestro problema, el último golpe afecta al comercio local, cuya afluencia de clientes se ha desplomado, provocando una cascada de quiebras en los grandes centros urbanos y unos valores de alquiler que probablemente caerán dentro de unos años.
Sin embargo, los negocios locales conforman el verdadero tejido económico y social de una ciudad. En la era digital, sirven como la última línea de defensa contra el "mundo del más allá" e incluso encarnan la esperanza de un "mundo del más allá": más un legado del Café de Flore que de la típica cafetería asiático-americana.
Así que mientras esperamos la creación de modernos centros de trabajo o ecoaldeas descentralizadas, que incluyan piscinas, gimnasios, restaurantes, clubes de bridge, guarderías y por qué no un poco de escalada de árboles, ¿cuál es el futuro en los centros urbanos para los restaurantes, cafés y tiendas en general que no se encuentran en una zona turística sino que se ubican en los antiguos centros de trabajo y reunión?
Nadie lo sabe, pero mientras tanto aquí van algunas ideas para sobrevivir el tiempo que sea necesario...
Soluciones para empresas que se enfrentan al teletrabajo
1/ Adaptación de plantilla y jornadas de apertura.
Producir estadísticas sobre los días de asistencia reducida y ajustar la fuerza laboral en consecuencia, o incluso calcular el beneficio/coste de cerrar ciertos días;
2/ El llamado a la tecnología para reducir costos
Mejorar los procesos y la productividad simplificando el menú y utilizando máquinas (de cocina, terminales de pedidos, robots, innovaciones, etc.) no para sustituir a los humanos sino para relevarlos en los días en que todos vienen a la vez.
3/ Diversificación
Ofrecer ofertas diferenciadoras en días de baja afluencia, con el fin de empezar a captar una clientela diferente (locales, turistas, etc.).
4/ Por el contrario, reorienta tu oferta
Otra opción, mientras que en tiempos de crisis solemos probarlo todo, diversificar demasiado nuestra oferta y confundir el mensaje al consumidor, mientras que es posible como estrategia tomar el camino contrario y mejorar la experiencia y el valor percibido en tu área de especialización, para convencer al cliente de que venga a consumir a tu local (ejemplo típico con la cafetería), aunque este consejo vaya en contra del consejo anterior que recomendaba diferenciar tu oferta, pero está en cada uno encontrar su propia fórmula.
5/ “Reducción de costes”
Reducir todos los costes incidentales y ocultos, a la espera de recuperar algo de color, a la espera de recuperar el equilibrio económico, si el modelo urbano actual todavía puede ofrecerlo.
6/ Descentralización
Empiece a buscar instalaciones en lugares descentralizados cuyo dinamismo se mantenga rechazando los centros de ciudades como París (suburbios, centros comerciales, centros de negocios en las afueras, pequeñas ciudades de provincia, etc.).
7/ Comunicarse
Comunicar, comunicar, comunicar, ya que hoy todo es (lamentablemente) más que redes sociales y autopromoción...
Si tienes otras ideas o quieres recuperarlas, no dudes en dejar un comentario 😉